Una golondrina no hace verano, del mismo modo que un post-it en una pared no certifica la creatividad de un equipo. Los equipos creativos son la consecuencia de una cultura de trabajo que hace posible la generación de ideas valiosas.
Por eso el deseo de contar con equipos creativos nos obliga a prestar atención a la cultura de nuestra organización.
La cultura es “The Elephant in the Room”. Todo el mundo evita hablar de ella porque apela a nuestras creencias. Y como ocurre con todas las creencias, están tan arraigadas en nuestro interior que el esfuerzo que necesitamos para desprendernos de ellas equivale al que necesita una rana para abrir una ostra.
Os voy a poner un ejemplo. El otro día en una empresa me decían “si una persona de tu equipo trabaja desde casa, ¿cómo sabes que está trabajando?”. La pregunta escondía una creencia compartida en esa organización: “El teletrabajo reduce la productividad porque los empleados hacen trampas cuando nadie les vigila”.
A partir de esa creencia, como tantas otras, se construye cultura. Primero, diseñando formas de trabajo bajo la lógica del horario y la presencialidad. Luego, a través de rituales basados en el control. Y finalmente, limitando la autonomía de los equipos.
En este ejemplo, la creencia de que las personas no son dignas de confianza dará como resultado un bajo nivel de creatividad.
Así es como se configura la realidad. La creatividad solo florecerá si las creencias compartidas están conectadas con la seguridad psicológica, la aceptación del error y la colaboración.
Sin embargo, en todos los años que llevo trabajando con equipos creativos nunca me he encontrado con ninguno que rechazara esos principios. Nunca escuché a nadie decir “aquí no aceptamos el error” o “no estamos a favor de colaborar”. Todos presumían de ello y lo defendían como si fuera parte de su identidad.
Pero una creencia no se sostiene con el adhesivo de unas letras de vinilo en la recepción de tu oficina. No. La medida de una creencia la da el precio que se paga por ella. Es algo parecido a un desgarro, debe causar dolor.
Pongamos por caso que defendemos eso de “Aceptar el Error” … ¿qué estamos dispuestos a hacer para demostrarlo?
Porque claro, todos los equipos quieren ser creativos, pero no todas las organizaciones están dispuestas a pagar el precio de ese viaje.
Escuché una vez decir a un CEO que a él lo que de verdad le gustaba era aprender de los errores ajenos. “Esa creencia no nos lleva a ningún lado”, pensé. No te duele nada.
Una creencia sólida alrededor de la aceptación del error se demuestra perdiendo parte de tu negocio. O poniendo entre las cuerdas tu plan estratégico. Un desgarro así da una medida aproximada de la convicción con la que defiendes tu creencia. El precio que estás pagando es muy alto, luego la creencia inspira a los demás. Es como la épica de quemar las naves … nadie te acusará de ir de farol.
Tal y como defiende el filósofo Javier Gomá, aspirar a la ejemplaridad supone abrir el juicio a uno mismo. Si queremos presumir de tener los mejores equipos creativos, necesitaremos un espejo. Al ver reflejadas nuestras creencias sabremos si entendemos la creatividad como un simple adorno. O si en la cara se vislumbra alguna cicatriz.
Un artículo de Rafa Vivas - Director Creativo en XPLANE Spain & LATAM Socio Fundador Visualizamos