Hola, tal vez me recuerdas, soy esa que defiende que “sin conversación no hay progreso”, la que piensa que los equipos felices lo son porque conversan mejor, se hacen mejores preguntas, se escuchan bien, y que ocurre así porque han incluido la excelencia de sus relaciones en la cultura de la organización.
Hoy quiero, precisamente, compartir impresiones sobre la excelencia de las relaciones, abordar el asunto sin dar la más mínima oportunidad a la usurpadora Casualidad. La casualidad es una dama advenediza y caprichosa, desleal e incierta a la que le concedemos demasiadas atribuciones y me gusta poco su aparición en un escenario que ya tiene su buena dosis de incertidumbre. En tu entorno laboral no es o no debería ser por casualidad ni por suerte que te entiendas muy bien con compañeros, mandos y superiores, clientes, proveedores… No solo eso, sino que tampoco debería ser una arbitrariedad o la ocurrencia de un líder determinado el hecho de que la organización haga los esfuerzos necesarios para crear un espacio de confianza, seguridad y sostenibilidad social, porque el bienestar emocional y la seguridad sicológica simplemente deberían estar en la cultura y en los principios fundacionales de cualquier compañía por haber asumido que la excelencia en las relaciones es también factor de productividad, de calidad, de rentabilidad. Pero mucho me temo que todavía no es así.
Para construir equipos felices (y felices implica decir fructíferos, comprometidos, con sentido de pertenencia, con salud emocional y sostenibles), digo, para construir equipos felices, ambiciosos por lograr la excelencia de sus relaciones, hay aprendizajes y fórmulas ¡Cuánto lo siento por la bruja Casualidad!
Un aprendizaje, por ejemplo, sin grandes complicaciones, nos lo arroja la experiencia, ya de un siglo por lo menos, en la que hay consenso en reconocer que los directivos son contratados por su inteligencia cognitiva y son despedidos por su falta de inteligencia emocional. Me gusta cuando Daniel Goleman añade además, “el más inteligente de la sala, puede ser un idiota emocional”. No hace mucho, esto era, vaya, mala pata, tenerlo todo sería casualidad, tal vez alguien en RH o en el comité admitirían “Sí, cierto que su fuerte no es, desde luego, la empatía, pero es tan capaz…” ¡Ojo en qué aspectos nos esforzamos por ser capaces! Porque puede que de alguna forma, todavía incomprensible, la inteligencia artificial termine sustituyendo la empatía, la humanidad, la creación de confianza y seguridad en las empresas, pero parece que, por ahora, son las capacidades cognitivas, esas de las que algunos directivos presumen en su atalaya, las más amenazadas de momento. Así que tanto por lo positivo -equipos felices-, como por los riesgos -equipos descomprometidos y volátiles-, algunos responsables deberían estar pensando en algunos cambios de enfoque en según qué.
No todo aprendizaje llegará del futuro ni por el empuje de la tecnología, alguno es tan antiguo como la filosofía clásica. Decía Aristóteles (“Ética a Nicómaco”): “Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo”. Tal vez Aristóteles ya estaba pensando en el otro lado de la conversación, en la búsqueda de las palabras y las conductas que predispongan a nuestros interlocutores a favor de un empeño solucionador y colaborativo. J Antonio Marina dice, a propósito del conflicto, algo que va encaminado justo a esto que menciono, aunque él lo ha convertido en axioma memorable: “Podemos resolver las diferencias en formato conflicto, y entonces el objetivo es que te venzo y te aniquilo, nos confrontamos y somos enemigos; o en formato problema y entonces es que los dos tenemos un problema para abordar, tal vez juntos y aliados, y así generamos entendimiento en resolverlo”.
Y por último y en contraste, otro aprendizaje, más de andar por casa: “Hablando se entiende la gente” La conversación, el puro y simple encumbramiento de la mejor herramienta de los seres humanos.
Pues bien, repasados algunos de los aprendizajes, deberíamos proceder con algunas de las herramientas y fórmulas para la excelencia de las relaciones. Indagar y exponer prácticas y perseverancias posibles sobre la inteligencia emocional, las competencias blandas, la escucha; y la amabilidad, el respeto y la compasión como ejes de crecimiento y eficiencia; la colaboración y la cocreación como productividad y excelencia… Todo esto nos va a llevar algunas líneas, por eso serán objeto de próximas lecturas. Hablaremos de cómo cultivar y enriquecer nuestra brújula interior, tanto como de la conversación instrumentada (TM) para abrir soluciones de equipo. Cuáles son las preguntas pertinentes, las conductas que preferimos, lo que realmente nos motiva.
Hasta otro post o hasta cuando quieras, siempre abierta a la conversación.
Aurora Sanabria - www.quierodecir.es
octubre 2024