Lo que la prensa no le perdona a Ibai es que, además de ser un comunicador superdotado, cometa la impertinencia de ser buena gente. ¿Qué le costaría tributar en Andorra, verse involucrado en algún escándalo ocasional con drogas, prostitutas y mapaches o realizar comentarios xenófobos en sus retransmisiones? Nada en absoluto. Sin embargo, el cabrón se empeña en tener un comportamiento modélico que cualquiera de nosotros querría ver reflejado en sus hijos.
¡Menuda falta de respeto hacia el periodismo tradicional! ¿Cómo van a cargar los reporteros contra los nuevos creadores de contenido si ahora resulta que, a su lado, la madre Teresa de Calcuta parece Charles Manson?
Así no hay manera de descalificar a nadie.
Es comprensible, por lo tanto, que profesionales como Juanma Castaño experimenten una profunda inquietud al darse cuenta de que los streamers empiezan a comerles la tostada, no sólo del entretenimiento, sino también de la información periodística en general.
Reconstruyamos los últimos acontecimientos para los más despistados.
El 7 de agosto, el Kun Agüero sorprendió a Ibai Llanos llevándolo a la casa de Messi. Allí, compartió cena con varios futbolistas (aunque parece que no comió demasiado), bailó con la madre del Kun y estrechó lazos con el que había sido el número 10 del Fútbol Club Barcelona.
A raíz del encuentro, Messi decidió invitar a Ibai a su presentación como nuevo delantero del París Saint-Germain y concederle una breve entrevista. La primicia provocó un revuelo considerable entre la prensa deportiva española e internacional, que comenzó a cuestionar la legitimidad del streamer para adentrarse en su terreno.
¿Por qué el astro argentino había contado con él para dirigirse al público de habla hispana y no con ninguno de los periodistas que, con enorme diligencia y esfuerzo, habían cubierto su carrera durante los últimos años?
(Sí, lo sé. A mí también me produce un montón de rabia la expresión “astro argentino”. Es cutre hasta la náusea. Pero qué bien funciona cuando son las 2:37 de la mañana y no me apetece pensar ninguna otra).
(Estoy cansado, ¿vale?).
Fueron muchos los periodistas que se escandalizaron y muy pocos los que aprovecharon la polémica para realizar algún tipo de autocrítica y preguntarse en qué se estaban equivocando.
Juanma Castaño no fue de los segundos.
Momentos después de que Ibai entrevistara a Messi en París, el periodista de la Cope tuiteó lo siguiente:
Ibai interpretó (¡razonablemente!) que las declaraciones de Juanma menospreciaban su trabajo.
¿Qué había que entender? Messi había confiado en él porque le parecía un buen comunicador. ¿Dónde estaba el problema? ¿Cuál era la incógnita? ¿Por qué sorprendía al periodista?
Ibai decidió discutirlo directamente con él y con Siro López en su canal de Twitch.
Durante el debate, se enfrentaron dos maneras de entender la comunicación, pero, sobre todo, dos temperamentos muy diferentes.
Ibai fue firme, pero respetuoso. Mantuvo las formas e intentó ser conciliador y buscar puntos de encuentro. Lo mismo se puede decir de Siro.
Juanma, en cambio, entró en el directo tratando de cornear a Ibai. Se le notaba nervioso, incómodo, más preocupado por pelear una razón que no tenía que de templar los ánimos. La actitud del periodista podía ser comprensible -como expliqué en otro lugar, a los dinosaurios tampoco les caía bien el meteorito-, pero provocó que resultase tremendamente antipático a la audiencia.
La conversación fue, en cualquier caso, muy provechosa. Sirvió para demostrar que la principal diferencia entre Ibai y los periodistas que lo critican no reside en ninguna cuestión formal relacionada con los nuevos medios de comunicación, sino en su actitud.
El streamer vasco es un buen tipo que sabe cómo ganarse el cariño de la gente. Es normal que los deportistas, actores, cantantes… quieran charlar abiertamente con él y ofrecerle exclusivas.
No obstante, los periodistas como Juanma Castaño despiertan una merecida suspicacia porque han convertido la información deportiva en un lodazal de la prensa rosa. Gran parte de sus contenidos son rumores, escándalos y cotilleos.
Antoni Daimiel (un profesional de la comunicación que sí ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos) lo expresó con mucha más elegancia que yo en el Comedy Room de Miguel Lago.
El periodismo deportivo tradicional lleva más de 20 años vulnerando su código deontológico con la excusa de ofrecer espectáculo y diversión. No tiene ningún derecho a quejarse ahora porque haya aparecido un showman como Ibai, que no sólo entretiene, sino que además lo hace desde el más absoluto respeto a la audiencia y a las personalidades públicas.
La época de la prensa con hedor a puros y Brummel se acerca a su fin. Los antiguos profesionales pueden asumirlo o desaparecer.
Durante el debate con Ibai y Siro López, Juanma Castaño demostró que es la cola de un león moribundo, que, acostumbrado a reinar en la selva de los medios, no sabe cómo reaccionar cuando se le pone delante un depredador natural. A pesar de que Juanma comenzó la conversación con un tono excepcionalmente agresivo, se fue desinflando poco a poco hasta quedarse en nada. Al final, abandonó el directo noqueado. Había recibido tantos golpes dialécticos que no sabía ni dónde estaba ni qué demonios hacía allí.
Ibai desmontó a Juanma Castaño en directo con la misma naturalidad tranquila con la que está inventando un mundo nuevo para los creadores de contenido.
Y, sí, también para los periodistas.
Su labor está suponiendo el final de un viejo ecosistema, pero también el nacimiento de unas formas diferentes de contar las cosas; unas formas que son más directas y mucho más auténticas.
Su apocalipsis es, qué duda cabe, un final feliz.
Eso es lo que hace rabiar a los tristes.